Las estadísticas lo indican, después del verano y tras las vacaciones es uno de los momentos en los que se producen más separaciones sentimentales de todo el año. Tiene cierta lógica, ya que durante las vacaciones es cuando pasamos más tiempo en compañía de nuestras parejas y afloran los problemas, también nos relajamos y disponemos de más tiempo para reflexionar y darnos cuenta de que las cosas no funcionan como nosotros queremos en nuestra relación. Y a la vuelta nos ponemos manos a la obra, con valor y decisión la persona que se quiere separar lanza la fatal noticia y el que la recibe lo suele percibir muchas veces como si le hubieran echado un jarro de agua fría.
No es lo mismo dejar a que te dejen, ni tampoco será igual si lo veías venir o te pilla desprevenido. En cualquiera de los casos, una ruptura sentimental es un pérdida y esto significa que lo natural es que exista un duelo, un período repleto de emociones difíciles y vaivenes que durará más o menos según las circunstancias, y que muchas veces se vive como estar subido a una montaña rusa. Normalmente los psicólogos contemplan un año como un período razonable para gestionar y elaborar ese duelo aunque cada persona es un mundo y cada historia es distinta. Lo importante es ir viendo que el duelo avanza y que se van superando algunas de sus etapas, aunque hay que advertir que no es un proceso totalmente lineal, y por eso muchas veces el que está en duelo tiene la sensación de que va para atrás. No hay que alarmarse, es natural, pero sí que hay que estar atento para no quedarse enganchado y bloqueado con ciertas emociones, o por el contrario se pasa por ellas de puntillas, evitando sentirlas por la dificultad que plantean.
La negación, la negociación, la ira, la tristeza, tal vez la culpabilidad, la incertidumbre y el miedo son emociones y fases de ese duelo que si lo recorremos con consciencia y autocuidado a pesar del dolor y la dificultad nos pueden conducir a un final luminoso y liberador, a una integración y aceptación de que las cosas son como son y nosotros hemos aprendido una valiosa lección. A menudo, las personas que superan una separación sienten que han crecido y madurado, que entienden más a los demás y tienen mayor empatía, que se conocen más así mismos y que el dolor, al fin y al cabo, también se pasa como todo lo demás en esta vida.